Reciprocidad y Amor
El AYNI es un sistema económico-social que las culturas aymaras y quechuas practican hasta hoy en día para vivir en armonía y equilibrio para bien de la comunidad. Está basado en la reciprocidad y complementariedad. Un ejemplo es, cuando varios miembros de la comunidad siembra las tierras de un compañero junto con este y luego este compañero debe pagar su AYNI, sembrando las tierras de las personas que trabajaron junto a él. Los indígenas aymaras y quechuas lo siguen practicando en su vida diaria.
La reciprocidad en el ayni andino significa que, cada acto o actividad de una persona condiciona o es consecuencia del acto de otra persona, asi en todo momento estamos dando y recibiendo. Asi en Ayni Bolivia, si el productor recibe una capacitación o sugerencia para mejorar la técnica y hacer productos de calidad, el productor responderá haciendo estos productos y Ayni Bolivia le hará un pago que equivalga a ese su esfuerzo o calidad , luego el productor cumplirá puntualmente en la entrega de los productos con la calidad acordada lo que lleva a que los clientes compren más y empiece otra vez el proceso. Parece lógico, pero romper el equilibrio de la reciprocidad es fácil cuando alguna de las personas no cumple con su compromiso, o siente que ha dado más esfuerzo que otra persona, por ello es importante estar comunicados siempre. Cuando la reciprocidad se aplica todo el tiempo se logra la armonía en el trabajo y sostenibilidad.
La complementariedad en Ayni Bolivia es el motor de la organización. Este concepto aymara y quechua indica que los opuestos no deben luchar entre sí sino entenderse e integrarse para un bien en común. Tenemos dos opuestos en Ayni Bolivia: producción y comercialización. Hemos aprendido con estos años que cada una de estas actividades es muy compleja y árdua, ya sea produzcas o vendas. Si un productor experto quiere aprender los sistemas de comercialización actuales se frustra fácilmente pues requiere mucho tiempo y capacidad, igual si un comercializador experto quiere el mismo producir tendrá que invertir mucho tiempo para aprender la técnica, por eso el principio de complementariedad funciona tan bien en Ayni Bolivia porque tenemos expertos productores y expertos comercializadores que trabajan juntos, unos dependiendo y controlando a los otros, bajo el principio de reciprocidad.
“ En los Andes y valles de tradición quechua, la salud y el bienestar de una persona o pueblo está íntimamente ligado a su sentir, pensar, y actuar en relación a los demás y a la Tierra.
Hay un modo de expresar el amor en el mundo andino y quizás la esencia del munay es la vibración sonora quechua que más se aproxima al amor en su lenguaje más simple o sencillo. La esencia del munay es el amor que fluye de manera libre y cuyo propósito implica vivir la vida lejos solo de observarla. El munay energéticamente hablando es caracterizado de una importante dosis de sami, de modo que esta cualidad de energía refinada es la función sanadora de la medicina en el mundo andino. El munay cura, pues el poder curativo del amor es infinito. Los chamanes andinos hablan de actos simples para potenciar esta fuerte vibración de energía curativa, actos que entre los humanos puede propiciarse a través del perdón curativo (pampachanakuy), el abrazo, el saludo, los decretos, la palabra, la escucha, la ternura, el afecto, etc.
El munay es un principio andino que debe entenderse no solo como amor absoluto o incondicional, pues el amor aún en su esencia pura presenta su propio ordenador o conciencia, que hace que tenga propósito, pues es como la vida misma con su propia inteligencia. El amor recíproco con propósito es la verdadera esencia del munay andino, que es algo tan sencillo como caminar juntos en la misma dirección aún si somos diferentes en cuerpo y mente. Desde este punto de vista la primera función del munay es el amor hacia uno mismo, lo cual implica respetar el propio cuerpo como un templo sagrado e intentar conducirlo responsablemente por la vía de la evolución espiritual. La segunda función del munay es el amor al prójimo, una vez que somos capaces de amar nuestra vida y respetarnos a nosostros mismos, se nos concede la posición privilegiada de amar a todo ser viviente, a partir del propio contexto (familia, parientes, amigos, maestros, comunidad, animales domésticos, plantas, etc.). La tercera función del munay se dirige al amor supremo a la pachamama, creadora de vida y de todo ser viviente. Vivir en la pachamama significa aprender a agradecer y respetar la ecología y el hábitat como único hogar. Esta suerte de funciones no presenta una jerarquía inmediata, pero según las tradiciones andinas deben ir de la mano para no dudar de ninguna cualidad en una posterior etapa de madurez o decisión.
Cualidades del munay
Las cualidades del munay son muchas, pero en esencia pueden resumirse en siete, las cuales como caracteriza al pensamiento andino no presentan una jerarquía y pueden ser considerados en todo o parte como medio para mejorar el allin kawsay o calidad de la propia vida:
Amar es vivir, a pesar que poseen palabras distintas: munay y kawsay, muchas veces son términos vistos como sinónimos o congruentes, la vida misma se basa en todos los procesos de amor. Por ello se dice que el propósito de la vida es el amor, que todo se mueve en la vibración del amor, pero debe entenderse que la vida en la pachamama tiene procesos de autoregulación y ello conlleva a la búsqueda de su propio equilibrio, lo cual puede provocar que la propia tierra se remueva para que pueda purificarse, aún así todo fenómeno tiene identidad en el amor absoluto.
Amar es evolución, la vida en el mundo andino es cíclica, casi como decir que es circular, pues esta gira como la madre tierra misma. El munay potencia el tiempo presente como único, ayuda a entender que intensificar el amor en el presente ayuda a realizar una vida más presente, con propósitos y liberarse de todo aquello que impide amar con libertad. El munay apoya la tesis de la evolución personal inka o inka muju, siendo esta una vía con la que cada runa nace y que puede cultivar para autorealizarse y llegar a la iluminación.
Amar es liberación, como se ha mencionado anteriormente el amor solo debe conducir a la liberación del cuerpo y de la mente, esto es potenciar la propias cualidades en las relaciones sociales, que lejos de rechazarlas o ignorarlas se deben respetar y potenciar a fin que el contexto se beneficie de la propia liberación del amor. El munay ayuda a liberar el sentido de ser más presente y amar aquello que viene compartido en la propia vida. Liberarse no significa vulgarmente renunciar a la propia sociedad, contexto familiar o trabajo, más bien puede implicar aprender a potenciar el propio status quo considerando el tejido social o telaraña de vida.
Amar es integración, nuestros ancianos nos enseñan que el munay es regido por el principio del ayni, este principio nos dice que amar es integrar, lejos que romper o desunir, por ello es primordial que se aprenda la naturaleza del perdón, debido a que uno de los puntos críticos resulta ser el cisma o sentimiento de contrariedad existente hasta hoy en ciertos linajes andinos, luego que se produciera la invasión extranjera del Tawantinsuyo, dejar este antiguo karma implica purificar el corazón andino, lo cual puede generar un sentido más amplio de integración de los pueblos.
Amar es perdonar, en el mundo andino el perdón va unido al sentido del munay, una de las primeras cosas que se aprenden para potenciar la cualidad del munay es el aprendizaje del pampachanakuy, una antigua ceremonia que propicia las pases con la propia historia personal y familiar.
Amar es intensidad, uno de los artes en el amor implica la mejora de la calidad de las relaciones de pareja, familiares y de las propias redes sociales, esto conlleva un efecto de vitalidad, de vida agradable en comunidad. Por una parte las relaciones de pareja pueden potenciarse para desarrollar la sexualidad sagrada evolutiva por ejemplo, por otra parte cuando la persona evoluciona, ello conlleva evolución para su propia red social, que supone coherencia.
Amar es iluminación, en el mundo andino la única luz que puede iluminar la propia vida es la luz interior, esta debe ser cultivada a fin que llegado el momento el runa (la persona) encuentre un estado de entendimiento y paz suprema que le permitirá vivir en desapego y silencio hasta la llegada de su transición en el reino de una luz mayor, el hanak pacha o la memoria del apu o ukhu pacha.
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